Sobre mí
Recuerdo que de niño solía jugar con muñecas. Me gustaba peinarlas, vestirlas, darles nombres. Pero lo que más me interesaba era imaginar quiénes eran, de dónde venían, qué sentían. e imaginaba un espacio dónde estaban, les otorgaba un tono de voz diferente a cada uno y pensaba desde qué ángulo quería que sucediera cada punto de la historia que iba creando sobre la marcha, moviéndolas a mi merced como si diseñara un storyboard al momento, como si creara mi película dónde la cámara eran mis ojos.
Un día, tendría unos ocho años, estaba tan metido en una de esas historias que me detuve sin querer. Recuerdo con mucha claridad que, en medio de una escena que me acababa de inventar, me puse a llorar. Me emocionó profundamente lo que estaba construyendo, como si esa historia no solo existiera en mi cabeza, sino también en algún lugar real. Me sentí muy cerca de esas muñecas y sentí un nivel de humanidad en ellas descomunal. Había creado algo real.
Ese momento, aunque fuera solo un juego, fue importante. Me hizo entender algo que con los años he ido reafi rmando: que nuestra mirada (aquello que imaginamos, sentimos, proyectamos) tiene poder. Que cuando uno es sincero con lo que lleva dentro y lo traduce en una historia, puede generar emoción, incluso en uno mismo. Y si te conmueve a ti, puede conmover también a los demás. Esa experiencia fue, sin saberlo, mi primer ejercicio de dirección. Sin cámara, sin guión, sin actores reales.
Con los años he entendido que eso es lo que me mueve, y es que siempre he tenido una necesidad muy fuerte de observar lo que me rodea con detalle: las personas, sus gestos, los silencios que les acompañan y sus contradicciones.
Me interesa recrear la realidad, su ritmo y su tiempo. Conseguir que el espectador respire al mismo ritmo que el personaje y que vivan de la mano su historia. Para mí, el cine es un viaje que se le plantea al espectador y, en ese sentido, ser director es ser el guía de ese viaje. Es un gran orgullo ver cómo se ha construido la realidad que has planteado y cómo, de pronto, una persona externa a tu mundo interior puede entrar en ella y vivirla.
Mi mirada sigue las historias donde lo más importante no siempre se dice en voz alta, donde el confl icto no es evidente sino que está escondido en las miradas, los silencios o lo que se deja fuera del encuadre. Me atraen los relatos que se mueven en la ambigüedad moral o emocional, como en “In the Mood for Love” o “Burning”, donde el espectador tiene que implicarse activamente, leyendo entre líneas.
También me interesan las relaciones humanas complejas, especialmente aquellas marcadas por la tensión entre lo íntimo y lo que no se puede nombrar. Como en “Anatomía de una caída», me gusta cuando una historia puede girar en torno a una pregunta sin respuesta clara, y cuando el juicio sobre los personajes queda abierto. Me interesa explorar lo que no se ve a simple vista: los grises, las contradicciones, la verdad fragmentada.
Quiero contar historias que inviten a la refl exión emocional y moral, que no busquen dar respuestas sino generar sensaciones y preguntas. Y hacerlo desde un lenguaje visual cuidado, con atención al ritmo, a la atmósfera y a lo que ocurre en el fuera de campo.
Me gustaría entender cómo convertir mi mirada en una propuesta cinematográfi ca real, cómo transformar una intuición visual o emocional en una puesta en escena concreta y entender cómo adaptar todo esto al mundo laboral actual. Y es que no veo el cine sólo como un arte o una forma de creación, lo veo también como una profesión de la que vivir, y por ello necesito entender las dos caras de la moneda. Por todo esto, quiero y deseo estudiar Dirección de Cine.