Guiones
Aunque tengo claro que mi profesión está relacionada con lo audiovisual, la literatura me conecta conmigo mismo como nada. Escribo relatos cortos para serenarme, no para que los lea nadie ni para que tengan un “sentido”.
Mis relatos no son autobiográfi cos, pero nacen de alguna sensación que ha fl orecido y que, por miedo a reprimirla, la he tenido que escribir. Son formas de aterrar pensamientos que divagan en mí, que me perturban y me remueven, para poder racionalizarlos y ponerlos encima de mesa y, en consecuencia, mirarles a la cara y relativizarlos.
Son historias sin estructura. De hecho, me gustaría creer que son historias que se sienten más que se entienden.
Hay algo en lo oriental que siempre me ha removido: una forma de mirar el mundo sin necesidad de explicarlo del todo, de dejar que el silencio diga lo que las palabras no pueden abarcar. En los libros de Yasunari Kawabata, Banana Yoshimoto o Haruki Murakami, encuentro una sensibilidad que resuena en mí como el eco de algo que siempre estuvo ahí: la melancolía suave del paso del tiempo, la belleza de lo imperceptible y el misterio que habita en las pequeñas grietas de la realidad.
Mis relatos nacen de eso: de una taza de té tibia olvidada sobre la mesa, del olor del aire justo antes de que llueva, del roce accidental de una mano en el vagón de metro, de la luz que entra oblicua por la ventana a cierta hora del día. En estos textos hay sueños que se mezclan con la vigilia, ausencias que pesan más que las presencias, y personajes que sueñan con conectar con algo intangible. No son historias cerradas: son atmósferas, momentos, estados volátiles. Fragmentos de lo que alguna vez sentí y de lo que no supe decir con voz alta.
Os animo a leeros “¿De qué está hecha mi abuela?” y “Tan cert, tan clar, tan breu”, aunque si tenéis poco tiempo, os dejo tres microrrelatos que os podéis leer en un par de minutos: “Cuerpo de porcelana”, “Cigarro pegajoso” y “El último atardecer en el piso”.
Leer y escribir lo que transito me ha enseñado a mirar con pausa, a habitar los vacíos, a dejar que el tiempo pase a su ritmo. Esto me ayuda muchísimo a escribir guiones para cine y, por encima de todo, a crear. Por eso quería añadirlos a mi portfolio, porque son un refl ejo de mí en igual medida a mis cortometrajes.
Cuerpo de porcelana
Acababa de abrir los ojos. El regusto embriagador de un sueño agradable perduraba en la punta de mi lengua y me acompañaba a cerrar los ojos y volver a ese mundo, aún sabiendo que ese mismo sueño jamas se repetiría…
El último atardecer en el piso
Aunque fueran las diez de la noche, al haber sido el solsticio de verano el día anterior la luz que entraba por las ventanas no era solo amarilla por las farolas, sino que estaba manchada de un sutil azul acuarela…
La muerte de mi abuela
Parecía hacer el calor que se espera que haga en agosto, una brisa de aire templado invitaba a bailar a los árboles que hacían de adorno si se miraba a través de la oxidada ventana de la sala de estar…
Tan cert, tan clar, tan breu
Un hombre de ojos brillantes y avispados, otro con una gorra que se los tapaba aunque el sol ya no molestaba, otro con los ojos grandes e inocentes y otro con ojos tristes y distantes, como si se terminara de levantar de un sueño leve pero profundo…
Un cigarro pegajoso
Era como lo que sería estar dentro de la barriga de mi padre. La cavidad en la que me encontraba desprendía un aire cálido, casi desértico. Si intentaba coger aire, sentía que me ahogaba aún más….